martes, 19 de enero de 2016

Nuestro Mover en LPDVC. LOS PENTECOSTALES DE CALLE LINARES 3.VALENCIA.


Upci-Ipuevalencia.


Cuando los pastores huyenCómo confrontar los lobos del estrés en iglesias pequeñas

 
Véase:
El llamado al ministerio lo es a una extraña mezcla de alegría y dolor. Cuando los pastores ingresan al ministerio, anticipan la alegría de ver vidas transformadas. Sin embargo, lo que la mayoría no anticipa, y para lo que no se preparan los pastores, es el profundo dolor que experimentan diariamente. Pablo escribió: "Ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores" (2 Corintios 7:5). Debido a este dolor, muchos pastores dejan el ministerio desilusionados y defraudados. Ellos no sólo se sienten rechazados por la gente sino también por Dios. La crisis no sólo se ve en los pastores que dejan el ministerio, sino también en los que dejan su iglesia en busca de pastos más verdes. Cuando se experimenta el estrés diario, es fácil pensar que si tuviéramos otra iglesia tendríamos un ministerio más productivo.
En Juan 10:12, Cristo hace un contraste entre el fiel y verdadero pastor y el asalariado, que abandona las ovejas y huye lejos cuando ve venir al lobo. Los lobos no sólo son aquellos que violentamente se oponen al ministerio de un pastor, sino también incluyen la amenaza del dolor y los problemas que los pastores enfrentan en el ministerio.
Para que una pequeña iglesia sea saludable y eficaz, necesita estabilidad en el liderazgo, es decir, líderes que no huyan debido a los lobos en el ministerio. El liderazgo estable se hace realidad cuando un pastor reconoce lo que causa el estrés en la pequeña iglesia y cómo impedir que destruya su ministerio. La clave para el estrés no es su eliminación, sino manejarlo eficazmente.
AL ESCUCHAR EL AULLIDO DE LOS LOBOS
El estrés es una realidad en cualquier ministerio. Los problemas y las dificultades son parte del ministerio. Mientras que hay continuos problemas en iglesias de cualquier tamaño (oposición, críticas, y conflictos), hay problemas únicos en la pequeña iglesia o problemas que se exacerban por la dinámica de ésta.
EL LOBO DE LAS EXPECTATIVAS
Cuando un pastor llega a una pequeña iglesia, la congregación tiene muchas expectativas acerca de su función pastoral. Esas expectativas van de predicar el domingo a cortar el césped y arreglar la fontanería el viernes. Los hermanos de la iglesia esperan que el pastor sea una mano extra durante la cosecha, que asista a cada culto, que vigile cada programa, y que cuide de las propiedades de la iglesia.
Igualmente poco realista son las expectativas que los pastores ponen en sí mismos. Ellos esperan que crezca la iglesia. Esperan participar en la vida de cada miembro. Esperan desarrollar nuevos y eficaces programas para alcanzar con la Palabra a la comunidad. El resultado es una descripción de trabajo abierta e interminable. Como dice un pastor: "No es raro que un pastor en un zona rural tenga que levantarse temprano para pasar un momento tranquilo con el Señor, estudiar para el sermón del domingo por la mañana o el estudio bíblico, luego asistir a una reunión de la iglesia o de la comunidad, ir a ayudar a un vecino anciano con algunos quehaceres o llevarlo a la tienda, aconsejar a una familia que tiene graves problemas, participar en la reunión del ministerio de jóvenes, recibir una inesperada llamada para visitar a un miembro de la iglesia, y después de comer algo rápido, ir a otra actividad de la iglesia."
Cuando los pastores no cumplen estas expectativas, se sienten culpables porque creen que no están haciendo lo suficiente. Los pastores se frustran porque no importa cuánto hayan obtenido, queda una montaña de actividades y tareas que llevar a cabo. La culpa se vuelve su constante compañera. Así que se vuelven como un pastor que en su primer pastorado trabajó de 70 a 80 horas por semana, lo que resultó en un derrame cerebral a la edad de 33 años.
EL LOBO DE LAS FINANZAS
A veces los pastores se sienten como Tevye en Fiddler on the Roof [El violinista en el tejado]. Ellos cantan: "Si yo fuera rico", y se preguntan si en el plan infinito de Dios hubiera sido posible haber recibido más riquezas. Mientras que la mayoría de los pastores no esperan hacerse ricos cuando ingresan en el ministerio, no anticipan que vivirán al borde de la pobreza financiera. Aunque casi todas las pequeñas iglesias son generosas en sus ofrendas, el número limitado de hermanos hace que sea difícil para una pequeña iglesia pagar algo más de un sueldo mínimo. La constante lucha económica de un pastor puede fácilmente llevar al resentimiento contra la iglesia por no pagarle más, sobre todo si la iglesia ha tenido que rebajar su sueldo o no le ha dado un aumento durante varios años.
Sin tener ahorros, los pastores temen la jubilación. Se preguntan cómo comprarán a sus hijos ropa nueva para la escuela o pagarán por su educación en la universidad. Con el tiempo, los pastores desarrollan un sentido de culpa por traer a su familia a un ministerio en que tienen que hacer muchos sacrificios. No es raro que un estudio sobre la falta de pastores concluyera que la razón principal de que las pequeñas iglesias enfrenten una escasez de ellos es debido a la escasa de remuneración financiera.
EL LOBO DE LOS SUEÑOS FALLIDOS
Cuando un pastor llega a una iglesia para empezar un nuevo ministerio, sueña con tener una congregación creciente y dinámica. Aunque la iglesia puede haber tenido problemas en el pasado, el pastor está seguro de que su fe en Dios, su buena preparación académica, y el arduo trabajo personal cambiará las cosas para que la iglesia pueda volver a un lugar emocionante de servicio y comunión. No lleva mucho tiempo, sin embargo, antes de que la realidad del ministerio mine sus sueños. En vez de que los sueños de un pastor se realicen, se vuelven una burla de su pasión por el ministerio. Su frustración aumenta cuando lee la plétora de libros que transmiten la última novedad que garantiza el buen éxito del ministerio. En vez de alcanzar sus sueños, el pastor se desanima, se descorazona, duda de su llamado, y se amarga con las personas que percibe que están impidiendo el cumplimiento de sus sueños. Esto se agrava cuando alguna familia de la iglesia se muda de la comunidad y deja un gran vacío en la directiva de la iglesia, o cuando, después de trabajar muchas horas preparando un sermón, pocos hermanos asisten al culto. Esto puede vaciar la vitalidad espiritual del ministro.
EL LOBO RELACIONAL
La fuerza y la vitalidad de la pequeña iglesia se hallan en la profundidad de la comunión que disfruta. El distintivo de la pequeña iglesia, sin embargo, puede volverse una fuente de estrés para el pastor. Todos en la iglesia esperan que él sea su amigo. Por consiguiente, los pastores tienen que ampliar sus relaciones para responder a las expectativas de cada miembro de la iglesia. Cuando un pastor se esfuerza en ser amigo de todos, se hace amigo íntimo de nadie, y hasta descuida a su propia familia.
Un segundo problema con este enfoque de relación en la pequeña iglesia es que los pastores sienten mucha tensión si tienen que escoger entre ser fiel a una verdad bíblica o mantener relaciones cercanas. Un pastor expresó este estrés poco común al declarar: "Dentro del contexto de la pequeña iglesia es más fácil caer en las áreas oscuras que llevan a la depresión de ser querido. A veces es más fácil poner de lado los principios personales para sentir que uno es apreciado por los hermanos de la congregación. Pero con el tiempo la culpa y la agonía de no ser fiel a los principios bíblicos arrastrarán al pastor hacia la desesperación. La constante batalla contra estos asuntos y relaciones o el rendirse ante ellos pueden literalmente agotar el corazón compasivo de un ministro."
EL LOBO DEL AISLAMIENTO
En contraste con la tensión de relación, también hay un modo de pensar que el pastor no debe tener ninguna relación íntima con hermanos de la iglesia. Como consecuencia, los pastores se sienten aislados y solos en el ministerio. Para los que sirven en pequeñas iglesias, esto se exacerba aun más porque no tienen mucha comunión con otros pastores. No tienen un personal en el ministerio con quien compartir sus luchas. Pueden estar sirviendo en comunidades aisladas donde están geográficamente distantes de otros pastores de su denominación o hasta de otros pastores en su comunidad. El resultado es que estos pastores no tienen un mecanismo de apoyo, o el apoyo puede estar tan distante que no les proporciona el estímulo necesario en tiempos de incertidumbre y estrés.
EL LOBO DE PASO LENTO
Para algunos pastores, sobre todo los que vienen de grandes iglesias donde continuamente hay actividad, el paso lento de la pequeña iglesia puede parecer anticuado, pasado de moda, y generalmente inflexible. Los pastores de pequeñas iglesias asisten a las conferencias y escuchan que sus colegas en las grandes iglesias suburbanas han alcanzado varias metas durante el último año, y se preguntan si verán alguna diferencia en su iglesia en toda su vida, mucho menos en un año. Un pastor refirió así lo que había aprendido: "Me llevó mucho tiempo aprender que la gente en una pequeña comunidad lo observará durante años antes de confiar en usted, y de confiarle sus problemas o los de algún otro."
La pequeña iglesia opera a otro ritmo. Los hermanos piensan en "estaciones" en lugar de "horas". Los ciclos de vida son mucho más importantes que las metas. Las personas piensan en tiempo cíclico en vez de hacerlo en tiempo lineal. Esto puede ser frustrante para un pastor que desea ver avance en la iglesia.
CÓMO MATAR A LOS LOBOS Y DERROTAR A LOS COYOTES: MANEJO DEL ESTRÉS EN LA PEQUEÑA IGLESIA
La clave para tratar con el estrés no es eliminarlo sino manejarlo. Cuando Jeremías estaba agobiado con el estrés de su ministerio, Dios lo hizo recordar que él no había sido llamado a una vida fácil sino al ministerio fiel. Con estas palabras Dios desafió a Jeremías: "Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?" (Jeremías 12:5). Este no es un llamado poco realista para dejar de quejarse, sino un desafío a reconocer las realidades del ministerio y a mantenerse centrado en Dios.
Los pastores no pueden tratar con las presiones del ministerio negándolas ciegamente. Hacer esto es dar el primer paso hacia el colapso. Más bien, ellos deben asegurarse de que toman las medidas necesarias para soportar las presiones de modo que puedan mantener su salud espiritual y emocional. Los pastores deben aceptar la responsabilidad por su propio bienestar; nadie más lo hará.
ESTABLEZCA UN FUERTE EQUIPO DE APOYO
Debido al aislamiento que experimentan los pastores en las pequeñas iglesias, es importante que intencionalmente y devotamente establezca un equipo de apoyo emocional y espiritual. Estas personas son más que sólo amigos; son hermanos en la fe con quienes compartir luchas y frustraciones. Deben desafiar la perspectiva del pastor cuando se distorsiona y hacerlo responsable cuando él está empezando a desarrollar en su ministerio actitudes y hábitos no saludables. Como refirió un pastor, a menudo es necesario que esta persona sea alguien fuera de la iglesia: "Estamos convencidos de que es valioso y vital invertir tiempo en establecer relaciones con hermanos consagrados al Señor --pastores locales, un pastor y su familia en la misma denominación--, personas que no estén conectadas a nuestra iglesia... necesitamos tener una base de apoyo emocional fuera de la iglesia para que nuestro mundo no esté abarcado por la iglesia." Esta persona, sin embargo, no siempre necesita ser alguien que esté cerca. Puede ser alguien a quien un pastor puede llamar por teléfono o a quien puede enviar un correo electrónico mensualmente o aun semanalmente (sobre todo durante tiempos de dificultad), y quien puede dar estímulo y apoyo ofreciéndose a escuchar.
MANTENGA UN MATRIMONIO SALUDABLE
La persona más importante que apoya el ministerio del pastor es su cónyuge. Por consiguiente, importa mantener un matrimonio saludable. Al mismo tiempo de tener citas románticas, es de importancia desarrollar una interacción saludable. Durante sus tiempos juntos, es de mucha significación que un pastor y su esposa mantengan en un mínimo la conversación negativa. Es fácil pasar demasiado tiempo hablando sobre los problemas en la iglesia. Aun cuando haya momentos apropiados para hablar de los problemas en la iglesia, las parejas pastorales no deben dedicar mucho tiempo a ello.
SEA RESPONSABLE ANTE OTRA PERSONA
Debido al estrés y el desaliento los pastores son vulnerables a la tentación. Cuando un pastor se agota emocionalmente, es más susceptible a los ataques de Satanás que pueden destruir su ministerio. Por consiguiente, necesitan rendir cuentas de responsabilidad en tres aspectos. Primero, los pastores necesitan ser responsables de su crecimiento espiritual. Necesitan personas que los desafíen en cuanto a su vida devocional y de oración. Segundo, los pastores necesitan ser responsables de su matrimonio, y cuidar de las necesidades emocionales de su familia. Tercero, los pastores necesitan ser responsables de tomar tiempo libre del trabajo para no sobrecargarse e inevitablemente llegar a un colapso.
RECONOZCA SUS LÍMITES
A veces los pastores tienen un "complejo de Mesías". Creen que necesitan salvar al mundo y resolver los problemas de todos. Además, porque la obra del ministerio nunca se acaba y porque los pastores sienten lo enorme de la responsabilidad del mismo, fácilmente pueden dedicarse tanto al ministerio que ya no cuiden de su familia ni de sí mismos. Los pastores se pueden rendir emocionalmente, espiritualmente, y físicamente. Sin embargo, alguien ha señalado: "Relájese y no tome la vida tan en serio. Todavía habrá trabajo mucho después de que yo me haya ido. El mundo puede seguir adelante y muy bien sin mí."
Los pastores deben reconocer que son finitos en sus habilidades. Cristo les dio un ejemplo al dedicar tiempo a apartarse para el rejuvenecimiento personal cuando las demandas de las multitudes eran de lo más intensas (Mateo 14:13-24; Marcos 6:31). Aun que es cierto que hay tiempos en que los pastores necesitan abandonar su confort por causa del ministerio, deben reconocer que hay ocasiones en que deben retirarse del ministerio para que sean rejuvenecidos espiritualmente y emocionalmente.
TENGA PACIENCIA
Los pastores deben tener paciencia con el ritmo de la pequeña iglesia. Como una flor que crece en un jardín —que día tras día parece no cambiar, pero que con el tiempo pasa por una transformación notable—, así también es la iglesia. Puede parecer que nada está cambiando, pero cuando un pastor sigue proclamando las Escrituras, se produce la transformación. Pablo exhortó a Timoteo: "Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Timoteo 4:2). Los pastores deben tener siempre presente que Dios está obrando aun cuando no puedan ver su obra.
ACEPTAR A LOS LOBOS Y CAMBIAR A LOS PASTORES
La realidad del ministerio es que los pastores no pueden cambiar muchos problemas que causan ansiedad y estrés. Porque trabajan con personas que siguen marcadas por los efectos del pecado y porque ellos mismos siguen marcados por estos efectos, continuarán sirviendo en iglesias que enfrentan desafíos y problemas. Siempre habrá conflictos y desacuerdos. En la pequeña iglesia, siempre habrá déficit financiero y recursos limitados. Estos "lobos" no cambiarán. Sin embargo, esto no minimiza su realidad o el efecto que tienen en la vida de un pastor. A menudo estos lobos pueden ser la mayor causa de estrés en el ministerio. Lo que es más desalentador no son los problemas que los pastores pueden enfrentar y solucionar, sino las dificultades sobre las que no tienen ningún gobierno y ninguna esperanza de resolver. Los pastores tienen que aprender a diferenciar entre lo que pueden cambiar (y, por lo tanto, cosas de las que son responsables) y lo que no pueden cambiar (cosas de las que Dios es responsable). Dejando a un lado los asuntos que ellos no pueden cambiar y que están fuera de su gobierno, los pastores necesitan más bien examinar y cambiar sus propias actitudes.
TENGA LA DEBIDA PERSPECTIVA DE DIOS
Los pastores deben recordar que Dios está al mando, y que al final de cuentas, la iglesia es suya, no nuestra. Él se hace responsable por el crecimiento y el bienestar de la iglesia. La misión de un pastor no es resolver cada problema, sino permanecer fiel en el ministerio al que Dios lo ha llamado. Un pastor ha dicho: "Las Escrituras enseñan claramente que el ministerio eficaz tendrá fruto, pero el cimiento de esta verdad es la fidelidad, no el método. La rentabilidad no crea la fidelidad, pero la fidelidad bíblica traerá almas a Cristo y producirá y fortaleza espiritual en los creyentes." Por consiguiente, los pastores deben confiar en que Dios cumplirá su propósito. Esto alivia enormemente el peso en los hombros de un pastor, porque puede confiar en Dios para los resultados.
NO COMPARE SU MINISTERIO AL DE OTROS
Dios, singularmente y específicamente, ha equipado a cada pastor para el ministerio al que éste ha sido llamado. Pablo escribió en 1 Corintios 12 que los creyentes tienen distintas funciones en el cuerpo de Cristo. Mientras que Dios ha llamado y equipado a algunos a servir en grandes iglesias, ha llamado y equipado a otros para las pequeñas congregaciones. Los pastores pueden descansar tranquilos en la certeza de que Dios ha prometido que suplirá lo necesario para cumplir eficazmente su propósito en la vida y en el ministerio de cada uno.
CÉNTRESE EN EL LLAMADO DE DIOS
En tiempos de desaliento, como los que experimentó Elías (1 Reyes 19), un pastor fácilmente puede perder de vista su llamado. Los problemas que enfrentan los pastores con facilidad pueden abrumar la seguridad del llamado de Dios en su vida. En vez de ver lo que Dios está haciendo, ven sólo los problemas que enfrentan. El resultado es que empiezan a cuestionar la bendición de Dios en su ministerio y el llamado de Dios en su vida.
El ministerio nunca es fácil, y tiene su alto precio. Vivir en la esfera del ministerio de Dios significa experimentar dolor. Un pastor no se mantiene firme en medio de su dolor por alguna fabricada animación emocional y espiritual que niega los problemas a los que se enfrenta. Lo sostiene la completa seguridad del carácter de Dios y del llamado que le ha hecho al ministerio. Cuando un pastor es sostenido por Cristo (Mateo 28), animado por la Palabra (Salmo 119), y autorizado por el Espíritu Santo (Juan 16:12-15), puede mantenerse firme aun al sentir los lobos más feroces.